El agua en Toledo

Este agosto hice un pequeño viaje a Toledo, donde quedé maravillada por la ciudad y su patrimonio cultural. El casco antiguo de Toledo se encuentra en una elevación de 100 metros sobre el serpenteante río Tajo. Si habéis ido allí y habéis hecho un poco de turismo, habréis sufrido sus empinadas y estrechas calles pero también las escaleras de acceso a la ciudad. Estos 100 metros de desnivel constituían una gran ventaja de defensa frente a los enemigos, pero suponía una desventaja en el suministro de alimentos y agua. ¿Cómo lograban vencer estos 100 metros de altura para poder llevar el agua a la ciudad?

Foto 1: El río Tajo rodeando la ciudad. (Imagen Satélite de Google Maps Diciembre de 2020)

En la ciudad surgió la profesión de los aguadores o, como los llamaban en Toledo, los azacanes. Su labor, aunque muy sencilla, era esencial: los azacanes bajaban al río con sus burros, cargaban agua en las tinajas y la subían y distribuían por las calles a los toledanos. Si no podías pagar al aguador, estabas obligado a bajar al río a por agua tú mismo.

 Como alternativa a los aguadores estaban los pozos de agua y los aljibes. Los aljibes, integrados en las propias viviendas, permitían almacenar agua de lluvia, agua filtrada o agua recogida del río. El agua de los pozos o el río era para consumo humano y el agua de los aljibes para el consumo de los animales o usos domésticos. Sin embargo, si el pozo se secaba en épocas de sequía, se bebía el agua de los aljibes.

Foto 2: vistas del río Tajo y Toledo. (Fotografía de Alejandro Rocamonde y Rosario Arnau)

En Toledo únicamente se ha dispuesto de agua corriente en tres ocasiones:

  • Época romana-entre el siglo I y II d.C. : Los romanos siempre han tenido muy buena fama como ingenieros y arquitectos y este sistema hidráulico de abastecimiento lo corrobora. El conjunto hidráulico empezaba en la presa de La Alcantarilla situada en Mazarambroz. Desde la presa, construyeron un acueducto que se estima de más de 30 kms hasta Toledo. El acueducto pasaba por encima del río, sobrepasaba la muralla y llegaba a la parte alta del Alcázar. La pendiente del acueducto era del 1%, invariable a lo largo de su longitud para que el agua fluyera por gravedad, pero no a gran velocidad para evitar que se perdiera por el camino. Una vez llegaba el agua al Alcázar, se aprovechaba el desnivel de las calles y se canalizaba a los diferentes depósitos y aljibes. Los visigodos llegaron a la ciudad y desmantelaron este acueducto para evitar que sus enemigos lo usaran para llegar al Alcázar que era el punto de defensa más importante de la ciudad. Los restos del acueducto en Toledo, fueron declarados Bien de Interés Cultural en 1998. Por otro lado, la presa romana de La Alcantarilla fue declara Bien De Interés Cultural en este mes de agosto (noticia de agosto 2020). Os recomiendo esta web donde hay bocetos del acueducto que cruzaba el Tajo y fotos actuales de los restos.
Foto 3: vistas del Tajo y del Alcázar. (Fotografía de Alejandro Rocamonde y Rosario Arnau)
  • En el siglo XVI:  El relojero Juanelo Turriano llega a la ciudad gracias a Carlos V porque le encantaban los relojes y tenía una colección de 3000 relojes. Era el relojero oficial de la corte y además tenía muy buena relación con el rey pero con la llegada de Felipe II, las cosas empiezan a no irle tan bien. Felipe II le dice que le demuestre lo listo que es solucionando el problema del suministro de agua a la ciudad, así que hacen un trato y le promete una buena suma de dinero si logra solucionar el problema del suministro de agua de la ciudad. Juanelo se pone manos a la obra e invierte mucho tiempo y dinero y crea el “Artificio de Juanelo”. El artificio lograba superar el desnivel de 100 metros que había desde el río hasta lo alto del Alcázar por medio de norias, cucharas oscilantes y depósitos y suministraba en su máximo esplendor 14.100 litros de agua al día, que era una vez y media lo pactado con Felipe II. Sin embargo, la ciudad no quiso pagar, debido a que el agua se almacenaba en el Alcázar de Toledo y, por tanto, era para uso del rey y no de la ciudad. Juanelo construyó un segundo artificio, aunque se guardó los planos para obligar a que le llamaran para repararlo y que le pagaran esta segunda construcción. Le pagaron la construcción, pero no compartió los planos por lo que a su muerte, el artificio comenzó a deteriorarse y finalmente fue destruido por una riada. En 1992 el artilugio fue reproducido para la Exposición Universal de 1992 Sevilla, como una de las atracciones en la Isla de la Cartuja pero tras terminar la exposición fue desmantelado. Sin embargo, la Fundación Juanelo Turriano ha elaborado este vídeo con una animación 3D del mismo que realmente merece la pena: link.
  • Finalmente, en 1948 llega el agua corriente a toda la ciudad cuando ya se dispuso de la tecnología capaz de perforar la roca sobre la que se asienta la ciudad.

Fdo. Rosario

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